Visto el trabajo realizado en los últimos dos años, puedo decir que, Galo Conesa posee un estilo propio, una manera singular de desarrollar e interpretar el difícil arte de la escultura, manteniendo los cánones clásicos al adentrarse en el mundo de la imaginería religiosa. Tiene un extraordinario dominio del modelado, innovador en las posturas de sus imágenes, buscando nuevas formas sin salirse del clasicismo necesario que la imaginería religiosa obliga. Posee un acabado que nos transmite un efecto brillante, ágil y dinámico en cada uno de sus volúmenes al ser excesivamente metódico y detallista.
En la policromía predominan los colores cálidos, proporcionando una mayor naturalidad a la carnación, que acompañados por las sombras realzan aún más el relieve, creando gran realismo a la figura humana, sobre todo a los Cristos.
Faceta ésta donde ha logrado, en tan poco tiempo, lo que a otros escultores les lleva años: una imagen ideal de sus Cristos: cabellera abundante con largos mechones, dejando visibles sus oídos; nariz un tanto aguileña; barba corta; pronunciados un tanto los arcos de sus ojos; las curvas maxilares situadas en la vertical de la frente para que el ángulo facial tenga la máxima apertura; curvatura de la frente desarrollada de tal manera que pondera bellamente una cabeza de incomparable Majestad, y por último, una conformación atlética perfila su cuerpo, otorgando en líneas generales, un resalte agraciado a la vista del espectador.
En resumen, Galo Conesa aporta un aire fresco a la escultura mediterránea, fruto del talento artístico, su gran vocación religiosa y de la gran humanidad que atesora.